¿Y si tus isquios no están realmente cortos? Una nueva mirada al equilibrio corporal

¿Y si tus isquios no están realmente cortos? Una nueva mirada al equilibrio corporal

Muchas personas, incluso quienes practican yoga con constancia, sienten que la flexibilidad de sus isquiotibiales no mejora con el tiempo. Posturas como uttanasana (flexión de tronco hacia adelante) o paschimottanasana (pinza sentada) pueden generar frustración, tensión lumbar y la sensación de estar "atrapados" en un cuerpo que no avanza.
Pero, ¿y si el problema no fuera realmente la longitud de tus isquios?


La falsa rigidez: cuando el cuerpo compensa un desequilibrio

Lo que solemos llamar “isquios cortos” muchas veces no se debe a una falta de elasticidad, sino a una respuesta crónica de tensión frente a un desequilibrio postural.

Cuando el cuerpo está anteriorizado (el peso desplazado hacia adelante), los músculos de la cadena posterior —incluyendo los isquiotibiales— deben activarse de forma constante para evitar una caída hacia delante. Esta activación sostenida genera un tono muscular aumentado que se percibe como rigidez.

En realidad, no están cortos, están sosteniendo una estructura que no está bien organizada.


El rol de la pelvis y la respiración

Uno de los patrones más comunes en este tipo de casos es una anteversión pélvica mantenida. Esto significa que la pelvis está inclinada hacia adelante de forma constante, lo que genera:

  • Un punto de inflexión lumbosacro en extensión.

  • Rigidez en la zona lumbosacra y poca movilidad sacroilíaca.

  • Una respiración alta o torácica, sin participación del diafragma.

  • Dificultad para disociar los movimientos entre pelvis y columna.

Todo esto limita el movimiento libre del tronco e impide que los músculos posteriores puedan relajarse y elongarse correctamente.


El isquio como estabilizador más que como músculo rígido

En un cuerpo en desequilibrio, los isquios actúan como sujetadores crónicos. Su función pasa de ser un músculo dinámico y elongable, a un músculo que se defiende, que sostiene el cuerpo ante una organización deficiente del eje.

Mientras el centro (core) no esté integrado, los isquiotibiales asumen una carga que no les corresponde.

Por eso, insistir en estirarlos sin corregir el patrón postural global puede generar más tensión que beneficio.


El camino no es forzar, sino reorganizar

Para recuperar la funcionalidad y la elasticidad real de los isquiotibiales, es necesario:

Reorganizar el eje corporal: devolver el centro de gravedad a una posición neutra.
Liberar la pelvis: facilitar su movilidad en múltiples direcciones.
Incorporar la respiración diafragmática: para que el cuerpo pueda soltarse desde adentro.
Trabajar la elongación axial: dar espacio a la columna y liberar las tensiones acumuladas.
Explorar la actitud corporal y mental: ya que muchas veces el “ir hacia adelante” no es solo físico, sino también emocional.


Una nueva forma de habitar tu cuerpo

El cuerpo no miente. Cuando hay tensión, es por algo.
Pero forzar la elasticidad sin revisar el equilibrio postural solo perpetúa los síntomas.

¿Y si el problema no está en tus isquios, sino en cómo estás habitando tu cuerpo?

A veces, la verdadera flexibilidad empieza cuando aprendemos a soltar… desde otro lugar.


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